lunes, 6 de octubre de 2008

HUELLAS

Dedicado a Alfonsina Storni


Cavilosa la veía sentada en la rosada arena mojada, mientras bandadas de gaviotas vadeaban sobre las gélidas aguas.

El día lentamente se iba sometiéndose ante el ocaso y el sol comparecía abatirce en el infinito horizonte.

Aún permanecía. Estaba inspirada, indagaba algo que le rejuvenecería el ánimo, e intentaba imaginarse cuántos espacios le faltaban por pisar, cuantos lugares por deleitar su perspicacia inocente.

Ya la noche reinaba como nunca, mientras ella miraba la luna en el cielo; mientras ella contemplaba en el indómito mar, su rostro de blanco fulgor.

Los días pasaban vertiginosamente. Ella sin engullir nada, sólo bebía las dulces aguas de una vertiente escondida. Deseaba vencer sus cotidianas rutinas; viviendo en las afueras, en plena soledad y en un silencio que mataba.

Yo sé que algo buscaba. Un vacío... quería encontrar, un lugar inexplorado.

Y las nubes fueron plasmando un colosal manto oscuro y un viento siseaba su melodía desesperada. Entonces, se desató una tormenta, y huyó bajo la lluvia torrencial, procurando cubrirse con unas hojas de palma de la isla.

Estaba llena de gracia e ignoraba el motivo. Más tarde, decidió afrontar sus recuerdos, o quizás eso que toda su vida le incitó buscar. Y yo, con tanta tristeza en mi alma, observaba cómo lentamente caminaba hacia el encuentro de las aguas, y vi cómo la escogían, hasta llevársela al fondo para nunca más volverla a ver. Dejando grabadas en mis arenas, sus últimas huellas.



AUTOR: Darío Arístides Molina (SAN LUIS)

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