miércoles, 21 de enero de 2009

Otro vaso de licor

Toma otro vaso de licor,
para hacerme acoradar
de la llaga que llevo en el alma,
y es que en la simpleza de tu acciòn
que se refugian tras excusas
propias de una maldita adicciòn,
se esconde un pedazo de muerte
que atarviesa mi ser de lado a lado.
Dame tu mano llena de amor
que no quiero caer...
en una agonía profunda
de la que no encuentro salida
que no hallo solución.
Estoy en un desierto
atada de pies y manos
en posición de ejecución
rodeada de espadas y machetes.
No quiero llorar
ya no tengo temor,
solo penas, resignaciones
y unas cuantas angustias.
Toma otro vaso de licor
que en la simpleza de tu acción...
esta mi perdiciòn.
Anabela gatani (cba)

lunes, 12 de enero de 2009

ASERRÍN Y CALESITA

Subir por un camino de café con leche.

Rozar con los dedos las mejillas del sol.

Hacerle cosquillas en la panza del universo hasta sonrojarlo.

Plantar libros.

Crear estrellas de caramelo

y regalártelas un domingo

Soñar que viaja es un globo

con tu bonete de cumpleaños.

Nadar en un mar de chocolate.

Subir a una torre de marfil

para estar más cerca de la luna

y hablar con voz metálica.

Dejarme abrigar por tus brazos de tobogán

y poder soñar con la magia de aserrín y calesita.



Ignacio A. Salde
Córdoba (CÓRDOBA)

domingo, 11 de enero de 2009

VIERNES POR LA TARDE

Era viernes por la tarde cuando Nerena llamó a la puerta. Presuroso busqué las llaves y le abrí. Minutos antes ella me había llamado al celular desde una cabina; imaginé que era ella. Nunca tiene crédito y cuando así lo es, se lo gasta en preguntas y respuestas a algún amante que le conquistó la vida sin que ella se diera cuenta.
Me alegró verla, hacía más de una semana que no sabía nada de ella. Estaba contenta, poco usual en su historial emocional. Cuando abrí la puerta y la hice pasar, sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Qué pasó ahora? Estaba impotente, quería comprarse alguna crema anti- age o de esos delineadores que abundan en las góndolas. No podía creer que por algo así le cambiara tanto su estado anímico. La comprendí. Era mujer, qué más se le podía pedir. Nerena vivía enamorada de sus cosméticos, inclusive recuerdo que en alguna oportunidad cuando salíamos de compras, le pregunté qué la haría feliz ese día, y sin titubear indicó con el dedo, a modo de círculo, una vidriera de ropa de última moda. Bueno, ¿por qué no? si eso la pondría diferente, estaba dispuesto a hacérselo realidad.
Cuando entró, lo primero que me peguntó era si había preparado el mate con galletitas sin sal, eran sus preferidas, a lo que le respondí que sí. Todo estaba preparado en la mesa ratonera del living, listo para sentarse a platicar como solíamos hacerlo todos los viernes por la tarde.
Se sentó y comenzó su discurso de actividades del día anterior. Yo atento la oía, no tenía deseos de intervenir, sólo escuchar la música de sus palabras.
Esa tarde me habló de sus sueños, uno de ellos era ser maestra jardinera, o algo que se le pareciera. Que amaba a los niños como también, desarrollar alguna destreza como aprender a tocar la guitarra; tomar clases de teatro; bailar danzas árabes o salsa. Un popurrí de ideas para concretar. Según ella, todo sería un valioso complemento para su meta primera: ser maestra jardinera. Cuando me expresaba todo esto, sus ojos redondos y expresivo se iluminaban, se esperanzaban. Como si al hacerlo sintiera el alma aliviada, libre como un pájaro, cuando a escondidas, le abres la puerta de la jaula. Incluso, su menudo cuerpecillo, se erguía y su voz se impostaba al modo de un orante dirigiéndose a su público. Me hacía soñar todo lo que decía, porque también algo yo deseaba en silencio.
Eran las cinco de la tarde, a todo esto hacía una hora y media que había llegado. Se le ocurrió que fuéramos al centro a ver las cremas que deseaba comprarse ¡no lo podía creer! otra vez con su manía. Asentí, y fuimos caminando. Estaba linda la tarde, tan linda que no me di cuenta en qué momento habíamos arribado al mundo de la cosmetología. Mientras ella embelesada se perdía entre los artificios de la belleza femenina, yo escribía en el bar de al frente. Quería dejarla tranquila.
Mas tarde, me llegó un mensajito que decía: “Estoy lista, ya podemos irnos”. Me pareció una gran noticia. Pagué el café, y las medialunas que con tanto placer degusté. Con mi notebook a cuestas, me crucé a la cosmetología.
Nerena yacía sentada en el cordón de la vereda. Estaba pensativa. Cuando me vio, me abrazó y me dio un beso ¿de bienvenida? No, mas bien un gesto con mensajes subliminales… Le di la mano, y regresamos a casa. Estaba callada, quién sabría en qué pensando. No habló ni en todo el camino. Ya no sabía de qué hablar. Me dio sed.
Cuando llegamos, me despedí de ella y me agradeció por haberla escuchado, por haberla mimado y consentido en todos sus gustos. Por haber comprendido sus delirios pese a mis posibilidades; por haberle repetido síes toda la tarde, aunque aburrido y cansado de haber caminado algunas cincuenta y tantas cuadras por la ciudad, de vidriera en vidriera, dentro de ropajes estelares y pinturitas mágicas.
No eran sus mejores días, estaba en la transición de su período femenino.



Darío Arístides Molina
"Píndaro"
San Luis (SAN LUIS)