sábado, 2 de mayo de 2009

La casa de los muñecos




“Ya lejos, ya alejado, ya magníficamente alejado
mirarás la redondez del ojo de buey el color sin
olor del azul tan cambiante, mar mirarás y te verás
y te prometerás el retorno o la ausencia perfecta
del retorno…”
(Caparrós)



Fue en la noche de relámpagos cuando con los duendes guardianes del patio, desconsolados entre los tallos de menta mirábamos el espectáculo de luces. Yo estaba más harto de versos que cualquiera, colmado de melodías que no me dejaban dormir.
Asfixiado por esa melancolía indefinible que es la poesía y ante la mirada petrificada de los gnomos decidí rebosar mi casa de autómatas: muñequitos de porcelana fría, máscaras de arcilla, marionetas de trapos viejos, ninfas talladas en piedra, arlequines de madera, títeres de peana. Los flashes de la tormenta revelaban una concurrencia cada vez más híbrida por mi presidida. La alegría efímera de la compañía, aunque sea falsa, crecía como el murmullo de la tormenta que sucedía.
Fue la mejor fiesta que pude haber dado jamás. La celebración de los cuerpos creados me arrancaba hilos de sangre en los ojos, me abría una sonrisa irreal. Observaban a su padre fantoche todos los muñecos.
-Abrácense en ronda y canten- gritaba regocijado a cada cincelazo y los muñecos tiritaban a mi alrededor en fervor dionisíaco mientras los rayos latigaban la noche.
Me encontró la mañana tranquila entre maniquíes y cordeles, entre virutas y pelucas de colores, desparramado con una inconsciencia símil a la más infalible de las resacas. Los autómatas estaban ahí para testimoniar lo sucedido sonriendo en cada rincón de la casa. Había creado un muñeco para cada lugar, cada esquina, cada cajón, cada espacio no habitado. Sentado en el centro de la habitación estudié minucioso sus ubicaciones. Conforme los iba descubriendo encontraba en ellos alguna facción o rasgo físico mío, sobre todo en sus rostros; algunos con las cejas unidas, otros con la mirada severa, esa que en mi ha repelido a todo aquel al que desperté alguna vez curiosidad, y todos con la sonrisa entre irónica y maliciosa como la que en mi boca no puede ser de otro modo, aunque así lo quisiere.
Pero de todos sus rasgos sobresalientes, caricaturescos, era la mirada profunda, abismal que puse en todos ellos lo que más pesaba, lo que hizo su compañía intolerable. Hube de imprimir en ellos alguna maldad manifiesta en algún intersticio en mi olvidado que me volvió como un reflejo contundente. Sus gestos se volvieron burlones. Mis propios hijos artificiales me amenazaban con ojos punzantes desde todos los rincones.
A pocos días la convivencia se volvió insoportable. Me volví perseguido. Desconfié de todas las miradas. Tuve miedo de abrir las puertas, de bajar las piernas de la cama. Era absurdo reclamarles un lugar ya que sus derechos fueron por mi concedidos. Mi hogar antes solitario, hasta el más pequeño de sus lugares, paso a pertenecer a los muñecos.
Los he concebido a cambio de un pequeño tiempo de compañía. Volver a la soledad siempre fue inevitable porque era lo que traía conmigo, dentro de mí, era lo que sus ojos me devolvían. Ya no había lugar para mí en la casa.
Como homenaje a su llegada y a mi despedida, la noche de mi partida se lleno de relámpagos, metaforizando certeramente
mis momentos felices así de iluminados, hermosos y fugaces. Los duendes guardianes del patio inalterables me decían adiós
entre los tallos de menta con una mirada soberbia y valiente. Yo me alejé decidido. No hubiera podido reclamarles nada a los muñecos, al fin y al cabo, yo sólo los había creado.



de Los payasos del fumador

Fernando Acosta (Formosa)

3 comentarios:

maria eugenia dijo...

Parece una "casa tomada" por... ¿qué tomaste? Algo de los frasquitos de Lewis Carrol, con una rodaja de cítrico Sartre. Un sabor raro, para una fiesta nietzscheana. "Yo estaba más harto de versos que cualquiera", y un carnaval de títeres en vez del viejo y querido "la carne está triste/ y ya leí todos los libros".
Un patio de formosa cruzado por relámpagos.
Gracias por los cuentos de Masliah, un beso

Fernando Acosta dijo...

si.lo "de cualquiera" es discutible, la carne sigue igual y muchísimos libros esperan todavía
(les gnomes, fort heureusement,
sont ici encore).
que bueno que te haya gustado lo de Masliah. te mando más cosas. un beso

maria eugenia dijo...

olvida los duendes (son de parsec), mejor concéntrate en los "coup de dés" de la vida que sigue sucediendo, con sus fiestas dionisíacas, haya o no relámpagos